QUIENES SOMOS

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¿Quiénes somos? Un mecanismo democrático de representación que nos permite a los ciudadanos y organizaciones comunitarias ejercer vigilancia sobre los procesos de la gestión pública del Proyecto Conexión Vial Túnel Aburrá-Oriente, frente a las autoridades: • Administrativas • Políticas • Judiciales y • Legislativas. Así como de las entidades públicas y privadas encargadas de la ejecución de este proyecto. Su objeto es ejercer control social sobre la gestión pública del proyecto "Conexión Vial Túnel Aburrá-Oriente"

Nuestro Patrimonio Cultural


El Colombiano - Juliana Henao Gutiérrez - 26 de octubre de 2011 - MÁS DE 120 niños disfrutan de la renovada Escuela de Música Blas Emilio Atehortúa, en Santa Elena. Ahora tienen espacio para practicar.



Galería: Un desfile de alegría, color y tradición - El Colombiano
El Colombiano - 7 de agosto de 2011


Galería: Silleteros, un arte premiado - El Colombiano
El Colombiano - 7 de agosto de 2011

Silleteritos - Santa Elena
El Colombiano - 7 de agosto de 2010

MIS VECINOS
Por JORGE VALENCIA

    Mirados estadísticamente, mis vecinos no son muy diferentes a los tuyos. Son malos ciudadanos, malos papás, malos maridos, y, claro, malos vecinos. Por lo general son inconscientes, necios, estúpidos, ignorantes y otras características similares, lamentablemente tan comunes que casi se puede decir hacen parte del clima. Pero no estoy diciendo nada nuevo. Se sabe que la situación es parecida en todas partes.
    Vistos uno a uno califican hasta de buenas personas, aunque siempre recelosos y taimados  (quién sabe qué amargas experiencias habrán conocido). Y, a diferencia de los citadinos que solo se reúnen en grupos de amigos y, a veces, ni eso, los nativos del lugar se asocian con facilidad sorprendente. No he conocido un lugar con mayor número de agrupaciones. Aquí hay grupos de mujeres, de señoras que hacen arepas, obras de caridad, huertas caseras, tejidos; hay grupos de teatro, de músicos, de taxis rurales, de artesanos, de futbolistas, de cultivadores de moras, de uchuvas, de la tercera edad. Hasta hay un grupo de raperos. Pero no se integran a la comunidad de citadinos y éstos tampoco hacen demasiado esfuerzo que digamos. 
    Aún así, mis vecinos son diferentes. De pronto porque, en mayor extensión que los tuyos, han atropellado el medio ambiente con la inquina ya conocida (convirtieron en carbón y leña todos los bosques de la región y, por pelar su pucha de tierra para poner a pastar tres vacas, secaron la mayoría de quebradas). Pero no es esto lo que los hace especiales, pues tales prácticas han ocurrido en todas las épocas y son casi normales en la especie. Mis vecinos, sin embargo, son silleteros y esto los hace, de algún modo, particulares (digo yo).

Algo de geografía

    Mis vecinos no inventaron la silleta ni nada de eso. Fue la topografía o, mejor dicho, la escarpada pared que los separaba de Medellín (y más exactamente de la vieja Plaza de Mercado de Guayaquil) la que hizo silleteros a mis vecinos. La silleta ha sido un utensilio conocido desde tiempos antiguos (posiblemente porque el espaldar sirve por los dos lados a la misma región de la anatomía) y se emplea para cargar objetos y personas, por caminos donde hasta las mulas tienden a despeñarse y solo es posible recorrerlos a pié, caminos como los que secularmente han unido a Santa Elena con Medellín.
    Se debe saber que ésta es una enorme meseta, encaramada sobre una pared, mil metros por encima del estrecho valle de Aburrá, que lo separa del amplísimo valle de San Nicolás. Mirada desde el cielo, la meseta de Santa Elena parece un enorme ocho, trazado con lomas y llanos, entre dos valles de diferente altura, con una carretera principal que la atraviesa por su parte más estrecha. 
    Para superar el obstáculo que los separaba de Medellín existían varios caminos construidos desde antes de la colonización de este territorio. Por ellos bajaban sus productos (los pocos frutos y las muchas flores que se dan en la zona) en silletas a pié limpio. Todavía existen estos caminos. El que más directo llega al Centro parte de la vereda El Plan, en el borde occidental de la meseta, lo llaman El Tirabuzón (imagínatelo), pasa por un lado de la cascada de Bocaná en la quebrada Santa Elena y entra a Medellín por la calle Ayacucho.  Por el mismo lado quedaba el camino de La Aguada, que llegaba, por el Seminario Mayor, a la parte alta del barrio Buenos Aires. 
    También estaba el Camino Real que comunicaba a Medellín con Rionegro y pasaba por las minas de oro y los salados de Piedras Blancas, en Mazo, otra de las veredas de Santa Elena. Y estaba el camino de Cieza (por Cieza de León, el cronista español del siglo XVI, el primero en mencionarlo), un camino de piedra «más ancho que los del Cuzco», admirablemente construido por los indígenas antes de la aparición de los españoles, y del que aun se conservan algunos tramos (el resto lo usaron los vecinos del barrio Enciso, construido en torno suyo, para la cimentación de sus casas). Este camino desembocaba por la calle que ahora llamamos Maracaibo hasta la avenida La Playa, en la margen izquierda de la quebrada Santa Elena, una de las que dividen transversalmente el Centro de Medellín.
    La meseta de Santa Elena está por encima de los 2.500 m sobre el nivel del mar y casi todos los días amanece cubierta de niebla. En estas alturas pocos árboles frutecen, pero todos, sin excepción, florecen. Los hay que florecen dos veces por año y otros que producen flores de colores diferentes, para no mencionar los que están cubiertos de orquídeas y bromelias floreciendo en las ramas. Hay días del año en que los caminos están tapizados con pétalos de flores moradas, o moraditas, o rosadas, o amarillas, o blancas como escamas diminutas, o minúsculas como lanillas que viajan por el aire,  o te llenan de envidia con un enorme racimo de flores rojísimas que rematan un bejuco colgado de una rama inaccesible. No es de extrañar que los silleteros desfilen con flores: aquí las hay por todas partes. 
    Los silleteros perdieron su importancia en 1929 cuando abrieron la carretera, siguiendo el trazado de algunos de los viejos caminos de herradura del siglo XIX. Pero la silleta ha conservado su vigencia y aún es uno de los medios que se emplean comúnmente para transportar objetos en la zona entre tramos cortos y donde no existen carreteras.

Y un poco de historia

    No siempre fueron silleteros mis vecinos. Antes los llamaban «floreros». Eran cultivadores de flores y hortalizas sobre esta meseta enorme, desde que se acabó la minería en el siglo XVIII. La silleta no era más que el medio para transportar frescos y lozanos sus productos al mercado.
    Tras la construcción de la carretera en los años 30, Santa Elena conoció un período de auge económico con el cultivo de flores. Entre los años cuarenta y sesenta, ésta fue la primera región productora de flores en el país. Producía especies cultivadas a cielo abierto, que se exportaban a varias regiones, principalmente a la Costa Atlántica y algunas al exterior del país, además de las que se vendían en Medellín, donde es conocida su afición por las flores.
     Por esos años la variedad de especies que ofrecía la región era considerable. Nosotros vivimos una época en la que la oferta de flores está limitada a tres o cuatro especies, así nos puede sonar arcaica las variedades cultivadas por aquellos años: «gladiolos, lirios, valdivias, ilusiones, narcisos, cartuchos, triptomas rojas y amarillas, chispitas, miosotes, pinochos, geranios, pascuitas, pensamientos, agapantos blanco y azul, gaticos, camelias, nardos, alvarinas, estrellas de Belén, éxtasis y los diferentes tipos de claveles: granates, morados, rojos, porcelana, camelio, el príncipe, el salmón, miniatura», (recuerdos de John Londoño, un vecino de Santa Elena). Pero todos los auges son antesalas de su decadencia.
    Las cosas comenzaron a cambiar a principios de los años sesenta, curiosamente cuando llegó «el progreso» en la forma de conexión a las redes de energía eléctrica de la mayoría de las casas, la pavimentación de la carretera y la construcción de vías carreteables a todas las veredas. Esto posibilitó la producción industrial de flores en invernadero, que se asentaron en el valle de San Nicolás, en zonas más planas. Y rápidamente se apoderaron del mercado, desplazando a los pequeños productores. La nueva situación obligó a muchas familias a abandonar sus cultivos, pues la naciente industria introdujo especies nuevas que se imponían por su durabilidad (astromelias, pompones y unas cuantas más) frente a las flores cultivadas tradicionalmente, terminando por cederles su espacio en el mercado. La mayoría han quedado relegadas a jardines y materas y algunas se han perdido.
    La idea del desfile de silleteros partió del señor Efraín Botero, administrador de la Plaza de Mercado de Guayaquil en los años 50, quien se declaraba encantado de ver el espectáculo de los silleteros haciendo cola para entrar a ocupar su puesto en la Plaza, y les propuso realizar algún domingo de esos un desfile. Acordada la fecha, 29 silleteros  participaron en ese primer desfile alrededor del Parque de Bolívar (mi fuente no precisó el año, que debió ser 1955). Les pagaron noventa centavos y rifaron entre ellos tres ruanas y tres copas de plata. Sin embargo, se considera a 1957 el año del inicio del desfile de silleteros, tal vez porque hizo parte de la Feria de las Flores (también a partir de ese año dejaron de ser «floreros» y comenzaron a ser llamados «silleteros»). Afirma Luz Eugenia Saldarriaga, en una investigación sobre el tema que patrocinó la biblioteca de Santa Elena, que en ese primer desfile participaron 134 silleteros, aunque se duda que pudieran haber sido tantos. El siguiente desfile sólo se pudo volver a realizar en 1960.
    En 1964 un grupo de campesinos de Santa Elena marchó por las calles principales del Centro de Medellín para protestar por la falta de estímulo para la venta de flores y por la precaria situación que se comenzaba a sentir en la zona, pero lo único que consiguieron fue que la gente, encantada con el espectáculo, solicitara la continuación de  los desfiles de silleteros cada año. Desde entonces han venido celebrándolos así. En este año [2004] realizaron el 47º (o como se escriba), ya son más de 400 los participantes y, como es de suponer, también tienen su propia asociación.

Las silletas

    La silleta es una variante utilitaria del taburete con patas más cortas, que se carga desde los hombros o con la cabeza, desde la frente. Esta última es la manera como la utilizan aquí, llevándola con una tira tejida de cabuya, de las que se usan para cinchar animales. Aprenden a manejarla desde niños. Los he visto sudar, cargando leña, con unas silletas adaptadas a su tamaño, acompañando a sus padres por los caminos y trochas de la zona en esas extenuantes tareas del campo.
    Expresadas así, las cosas parecen ser más o menos fáciles. Otro asunto es la dura realidad. Alguna vez intenté levantar una silleta y no me quedaron ganas de repetir la experiencia. Lo más duro no fue mi notoria incapacidad para moverla sino sentir cómo se me comprimía el cuello —como un acordeón sin aire— cuando intenté levantarla. Me quedó como lección adicional cuidarme de ser embestido por alguno de mis vecinos. Ya puedo imaginar el temple de sus cuellos y la dureza de sus testas.
    Las silletas que se usan para el desfile no se diferencian mucho de las que habitualmente se emplean en las tareas cotidianas, excepto por las varas de extensión que permiten ampliar su capacidad de carga. Los silleteros más cuidadosos (porque también hay muchos que no lo son y dejan sus tareas para la semana anterior al desfile) comienzan a buscar las varas para sus silletas desde el mes de febrero (el desfile se celebra en agosto). Las seleccionan de árboles nativos y las ponen a secar.  De aquí resultan varas que, aunque de corta vida, suelen ser resistentes, livianas y fáciles de ser trabajadas.
    En las diferentes etapas de su elaboración participa toda la familia, pero es la semana anterior al desfile, cuando todo se desconecta, se olvidan tribulaciones y problemas y todos se ponen en función de las silletas. Es el momento de conseguir o recolectar las flores y los materiales que faltan y para definir el diseño que van a realizar. Por lo general las silletas se concluyen desde el día anterior al desfile, que es el momento en que se suele ir a visitarlos para admirar sus trabajos, exhibidos con orgullo en cada una de las casas (aunque la afluencia de gentes desde Medellín es tanta en los últimos años, que ya es difícil gozar de este privilegio hasta para los que habitamos en la zona).

Clases y temas

    Hay varios tipos de silletas. Mis favoritas son las tradicionales, que consisten en un arreglo de manojos de flores dispuestas armoniosamente sobre ella. Su diseño no se basa en esquemas ni dibujos previos, sino en la creatividad del silletero, que acomoda las flores según su gusto. Su atractivo esencial radica en la disposición de las flores en función de su colorido. Traducen, de alguna manera, la admiración y el respeto de sus autores por la riqueza y variedad de las flores. Su peso es de 60-70 kg. 
    También existen las emblemáticas, que cada vez son más numerosas. Y aquí un pequeño homenaje a los publicistas que vieron en las silletas un medio publicitario novedoso y original y convencieron a quien había que convencer para que pudieran hacerse. Éstas difieren un poco porque se fabrican sobre una lámina de icopor o de cartón, que cargan en la silleta, generalmente con el logotipo de algún patrocinador y se hacen por encargo (no son muy pesadas y son las mejor pagadas —y el resultado es muy bonito— pero su elaboración es muy laboriosa y no participan en el concurso de la mejor silleta en ninguna categoría). 
    Las silletas monumentales son las favoritas de la mayoría. Son enormes y pesadísimas (pesan 100 kg o más). En ellas se agrega una armazón de varas para soportar el diseño floral, cuyo tamaño y despliegue de colores sorprende por su vistosidad. Pueden ser un arreglo de flores o la expresión de un sentimiento, una idea, algo que les ha dado muchas vueltas en la cabeza. Los temas de sus silletas hablan de fútbol, de política, de lo que la gente conversa los fines de semana en la tienda, en el atrio de la iglesia, en sus encuentros particulares. Con flores hacen imágenes de políticos, futbolistas, grupos de personas, imágenes religiosas (he visto desde retratos del Divino Niño hasta efigies de Tirofijo con una toalla amarilla). Una de las últimas innovaciones han sido las silletas en relieve con figuras tridimensionales fabricadas con flores. 
    En la actualidad las silletas son pagadas (y bien pagadas), aunque no siempre ha sido así. Hace unos años, por ejemplo, durante cierta alcaldía de ingrato recuerdo, les pagaron las silletas pero les descontaron las cuentas del impuesto predial y las multas por infracciones de tránsito que debían al municipio. Este año las pagaron a ochocientos y pico mil pesos, con premios de seis y ocho millones a los ganadores en cada categoría. Claro que estos últimos no son los que habitan mi vereda. En general, los ganadores (mis vecinos por aquí aseguran que «son los de la rosca») son campesinos acomodados que suelen gastarle dinero, tiempo y creatividad a sus silletas. La mayoría de los ganadores de los últimos años habitan una vereda llamada El Placer, en un sector que llaman El Hoyito (¡El Hoyito de El Placer!), en la vertiente centro occidental de Santa Elena, el lado opuesto al que vivimos. Mis vecinos por acá sólo postulan para estar entre el montón y con eso se sienten satisfechos.
    Pero mis vecinos no elaboran sus silletas sólo por dinero. Si ese fuera el caso, no irían al desfile a cargar esas silletas, trasnochados, bajo el inclemente sol de agosto en Medellín, caminando en alpargatas, con todo ese peso encima, sobre un pavimento que hierve. Pienso que los hombres y mujeres que hacen el desfile, participan en él por el orgullo que les produce ser reconocidos y aceptados por ser lo que son, porque saben que solo ese día pueden ser un  alguien en esta tierra de nadies. Y así lo reconocen cuando les he interrogado por el tema, todos mencionan el sentimiento que los llena cuando participan en ese desfile.

Presente y futuro

    Por la originalidad de sus expresiones y su condición de campesinos genuinos, los silleteros de Santa Elena han sido declarados  patrimonio cultural, y ahora son llevados a cuanta inauguración y festividad se celebra en el país. También  han viajado varias veces a Venezuela,  Ecuador, Estados Unidos, Aruba y a algunos lugares de Europa y Asia. Los dos últimos viajes han sido a Italia y Japón. Y aunque aquí decimos que han ido a dar lora en esos lugares, la verdad es que la variedad, calidad y densidad de los colores de nuestras flores producen la admiración de quienes las han visto por fuera del país.
    El éxito creciente de los silleteros ha levantado alguna roncha entre los habitantes de otros corregimientos de Medellín excluidos de participar en el desfile, que aducen producir más flores que las que se cultivan aquí en Santa Elena. Lo cual es cierto, en parte por la altura y en parte por la escasa disponibilidad de tierras. Pero mis vecinos han sabido defender su condición de silleteros (que es diferente de la de cultivadores de flores), lo que les ha permitido ser los protagonistas del desfile durante todos estos años.
    La continuidad del desfile de los silleteros ha cambiado un poco la zona. Por el lado de las autoridades municipales, han creído corresponder a este esfuerzo llenando de regalos costosos al corregimiento. Han dotado el Centro de Salud, remodelado y dotado de servicios la Casa de Gobierno y la Biblioteca comunitaria, montaron una estación de policía con más de cuarenta tombos, remodelaron el parque central de Santa Elena, han pavimentado casi todos los caminos, construido una sede decorosa para el Liceo de bachillerato, dotado una banda juvenil de músicos y han donado dos horribles monumentos a los silleteros, uno de ellos con figuras de talla heroica en lámina policromada montado en el parque central, entre otros muchos regalos.
    Pero, por otro lado, también mataron toda la actividad económica de los lugareños en torno a la carretera al montar un peaje en ésta, que es la vía más corta para llegar al aeropuerto José Mª Córdova en Rionegro. Esto hizo que los 800 o mil carros que pasaban por aquí cada día, se redujeran a sólo 50 o 60, y a veces menos, dada la cantidad de curvas que tiene esta carretera. Ahora sólo pasan los carros que vienen a la zona y taxistas chichipatos que buscan evadir el pago de peajes transitando algunos tramos por caminos vecinales.
    Del lado de la gente, los cambios han sido más sutiles. Existe el orgullo de su identidad y han aceptado como suya la representación que los silleteros hacen de ella, lo que es una garantía para la continuidad del desfile. En todo lo demás, mis vecinos son iguales al resto del mundo e igual de irremediables. Y como tenemos que vivir en medio de ellos, no hay más remedio que aceptarlo y respetarles, tratando de movernos con la cautela de un misionero en tierra de caníbales, pues no podemos olvidar que aquí los citadinos —aunque viviésemos cien años entre ellos— seremos, siempre, forasteros.

(A la memoria de mi amigo Henry Martínez)
    Santa Elena, Septiembre 2004



PIEDRAS BLANCAS: su historia, su patrimonio y su importancia.

Su historia.

Las improntas humanas pueden ser seguidas en un período de 5.000 años en el territorio de Piedras Blanca, así:
-Cinco mil años atrás se estaban presentando los primeros desenbosques y aclareos forestales en torno a la Laguna de Guarne.
-Tres mil años atrás había desaparecido el aliso, especie arbórea indicadora de suelos con alta concentración de nutrientes.  Los suelos de Piedras Blancas se empobrecieron al perder estos y como resultado del abonamiento mediante la materia orgánica vegetal, movida hacia y concentrada en las huertas.
-Dos mil novecientos años atrás se construían huertas o campos de cultivo.
-Dos mil trescientos veinte años atrás era evidente la construcción de huertas elevadas rodeadas con paredes.
-Años 3000 al 1400 antes del presente (1000 antes de Cristo al 600 después de Cristo), Piedras Blancas es habitada por un pueblo de agricultores, alfareros, mineros del oro y comerciantes.
-Años 2500 al 1500 antes del presente (500 años antes de Cristo al 500 después de Cristo), fueron construidas la mayor parte de las huertas.
-Año 290 después de Cristo, el ramal del camino de Cieza que lleva al cerro del Pan de Azúcar estaba construido.
-Años 400 al 510 después de Cristo, se presenta inusitada actividad en torno al Salado de Mazo.
-Años 600 al 1100 después de Cristo, desaparece el pueblo de las huertas.
-Años 1100 al 1600 después de Cristo, Piedras Blancas es poblada por otras gentes de las cuales se conoce muy poco. Nuevas investigaciones deberán acometerse.
-Año 1541 después de Cristo: El Valle de Arví. El español Jorge Robledo y sus compañeros cruzan el territorio de Piedras Blancas buscando el valle de Arví, y lo encuentran al cruzar “del otro lado de la banda de la cordillera”, es decir, el eje hidrográfico de la cordillera Central, en la cuchilla de Barro Blanco, alto de la Honda; sitio por donde cruza el camino interregional que llevaba a Arví. Desde allí observan la altillanura oriental. Aun se conservan partes del camino.
-Año 1605, la Corona española otorga la concesión o merced de la mina de oro de Piedras Blancas.
-Años 1600 a 1930, Piedras Blancas es territorio de muchas concesiones mineras; inicialmente para la explotación de los aluviones, luego de aluviones, placeres y depósitos aluviales antiguos de vegas y terrazas, y más tarde de vetas auríferas.
-Año 1870, se empieza a organizar el acueducto de Medellín con las aguas de Piedras Blancas, llevadas inicialmente por acequia y luego por tubería.
-Año 1918, el Concejo Municipal de Medellín ordena comprar las tierras de Piedras Blancas, las cuales ya estaban siendo adquiridas por la empresa del acueducto con el propósito de reforestarlas y manejar los bosques, y además con el fin de hacer de ellas un Bosque Público en el cual se debía organizar una red de caminos, “paseos”, para el disfrute de los visitantes.
-Años 1920 a 1951. Se iniciaron las primeras reforestaciones, inicialmente con árboles nativos y luego con cipreses y eucaliptos.
-Años 1949 a 1951. Se construyó el embalse de Piedras Blancas
-Año 1951. Se firma un convenio entre la Secretaría de Agricultura de Estados Unidos, la empresa que antecedió EPM y la Universidad Nacional, para la investigación y el desarrollo de plantaciones forestales en los terrenos de la cuenca de Piedras Blancas. De estas primeras experiencias e investigaciones, nace la reforestación comercial en Colombia.
-Año 1959. Se prolonga el convenio, pero para la investigación de la susceptibilidad a plagas y enfermedades de coníferas originarias de los Estados Unidos. Se inician las reforestaciones con Pino Patula en la cuenca.
-Años 1960-1961. La carretera central de Piedras Blanca, del Tambo a la inspección de Mazo, es construida.
-Año 1970. La Junta Directiva del INDERENA declara “Zona de Reserva Forestal Protectora” los terrenos de la cuenca de Piedras Blancas.
-Años 1965 a 1970. Fruto de las investigaciones y experiencias en el marco del convenio entre la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos, EPM y la Universidad Nacional, los programas de plantación y observación de la adaptación de coníferas norteamericanas (y algunas de origen mexicano) de Piedras Blancas, se extienden al Neusa en Cundinamarca y a Anchicayá en el Valle del Cauca y ulteriormente a muchos otros sitios de Colombia, tales como las cuencas que surten de aguas las ciudades de Manizales y Bucaramanga.
-Año de 1973. Se rompe el convenio EPM-Universidad Nacional. Se presenta abandono de los trabajos en la cuenca y se generaliza el saqueo de todo tipo de recursos naturales, vegetales y animales, por campesinos de la región. De hecho EPM transforma Piedras Blancas en lote sin dueño. Extensas áreas fueron degradadas por la extracción de musgo y tierra de capote. Varias de las aves coleccionadas por el Departamento Forestal, profesor José Ignacio Borrero, ya nunca más fueron avistadas. El Patrimonio Natural recuperado a partir de 1918, en gran medida es liquidado por efectos del saqueo.
-Años 1975 a 1995. Se transforman los principales caminos de Piedras Blancas en vías carreteables; algunos fueron pavimentados.
-Años 1991 a 1994. Empieza la prospección arqueológica de Piedras Blancas y son determinados los sitios de La Laguna, Matasanos, Chorro Clarín, El Carmelo (La Alcantarilla), Altos del Rosario, Mazo y Pueblito en la quebrada La Honda, como lugares de alta concentración de improntas o huellas de ocupación humana, así como variadas estructuras y muros en piedra.
-Año 1995. Corantioquia recibe las instalaciones del Inderena, instituto que fue liquidado. Finalmente y luego de casi ochenta años, la investigación de especies forestales nativas de la región se inicia.
-Año 1998. Piedras Blancas es declarada Monumento Nacional.
-Años 1995-2000. Corantioquia publica varios libros sobre la flora de Arví, y se realizan trabajos arqueológicos con su financiamiento en el marco del programa Poblamiento y Territorio.
-Años 1998-2000. CORANTIOQUIA inicia los trabajos para desarrollar el Parque Regional Arví.
-Años 1995 a 2005. Se realizan estudios palinológicos, de fitolitos y de huertas; y excavaciones arqueológicas procurando ahondar en el pasado prehispánico de Piedras Blancas.
-Años  2006 a 2009. Se encuentran evidencias materiales del comercio de las gentes del pasado prehispánico de Piedras Blancas, con las gentes del centro del actual Valle del Cauca y con gentes de la Cordillera Oriental.

Su patrimonio.

El patrimonio natural de Piedras Blancas incluye la Laguna de Guarne, espejo de agua que se ha sedimentado y reducido considerablemente en dos de las tres depresiones que le dan origen. La ubicación de la laguna a pocos metros del escarpe de las laderas que sirvieron de asiento al antiguo centro de la ciudad, la hace particularmente atractiva a sus visitantes por las visuales hacia Medellín y diversos puntos de la geografía de Antioquia.
Así mismo, la cuenca cuenta con varias fuentes de agua salobre, intensamente explotadas por los pueblos indígenas, y durante la colonia.
También sus quebradas y algunas de sus vegas son empleadas por los visitantes; y las cascadas y chorros del sitio llamado Chorroclarín, son sitios atractivos por lo bellos.
Las viejas plantaciones de ciprés son muy atractivas pues los suelos se cubren en grandes extensiones con diversos líquenes y musgos de vistosos colores.
Y por último, los pequeños bosques remanentes de roble, enseñan al visitante urbano lo que alguna vez fueron los bosques que cubrieron gran parte de la Antioquia de las tierras frías.
En estos bosques se encuentran especies forestales ya muy escasas en Antioquia, entre ellas la Licania cabrerae, de la cual solo se conocen doce ejemplares vivos y la cual fue descubierta y colectada para la ciencia en el territorio de Piedras Blancas, por el indio huitoto y destacado naturalista Isidoro Cabrera, quien fuera incorporado a la vida social y científica colombiana por Schultzes, descubridor del vector del paludismo.

El patrimonio histórico y arqueológico incluye una red de caminos de origen prehispánico; quebradas canalizadas por los pueblos indígenas, en ocasiones acompañadas por otros muros paralelos que recorren sus orillas; mas de 1200 huertas elevadas construidas por los indígenas, que presentan vestigios materiales de estos pueblos.; extensas acumulaciones de cerámica de los pueblos indígenas y diversas estructuras construidas en piedra por las gentes que habitaron Piedras Blancas antes de la irrupción española.  Adicionalmente se conservan, construidos en piedra, los asientos de algunos establecimientos mineros y diversas obras que acompañaban estos, y por supuesto, algunos socavones empleados en la extracción del material que contenía el oro.
También se conservan tramos de la acequia por donde se conducía el agua de la quebrada hacia Medellín, cuando esta era la fuente que abastecía la ciudad; así como el camino empedrado que servía a quienes inspeccionaban y reparaban la acequia. Y la iglesia y algunas casas de Mazo, el cual fue corregimiento de Medellín hasta perder tal condición frente a Santa Helena.

Su importancia.

Varias son las razones actuales que hacen que Piedras Blancas retome un lugar en las consideraciones de los dirigentes de Medellín y del Departamento.

1.Piedras Blancas y todas las tierras que van desde el cerro del Romerón (el cual se encuentra en los límites de la cuenca y delimita las jurisdicciones de Copacabana y Guarne) hasta el alto de San Miguel, alto donde nacen los ríos Negro y Aburrá o Medellín, debieran ser habitadas y manejadas manteniendo bajas densidades poblacionales y respetando y ojalá acrecentando las cubiertas vegetales naturales, pues la malla urbana que en forma de U o de herradura se extiende desde Caldas a Girardota, y que se está extendiendo de Guarne a Marinilla, a Rionegro, a La Ceja y a El Retiro, se desarrollaría mas equilibrada y sana si las tierras que comprenden dicho cordón cordillerano se restringen al desarrollo del continuum urbano, y así se dispondría sin interferencias, de un  flujo permanente de recursos naturales, especialmente de agua, desde las tierras altas.
2. Piedras Blancas puede contribuir a la internacionalización de Medellín asumiéndola responsable y científicamente como un parque natural abierto al turismo. Para ello habría que emprender la recuperación de su dotación natural, y especialmente de su patrimonio arqueológico. Ambos componentes demandan programas de investigación, programas de recuperación y de restauración y por ultimo, programas que planifiquen la utilización cultural del patrimonio recuperado y lo doten de la infraestructura necesaria para que ello sea una realidad.

No debe descartarse el desarrollo de un Jardín Botánico que efectivamente realce la alta diversidad vegetal y animal de Colombia en los varios pisos térmicos, quizás integrado a un  Jardín Zoológico con los animales confinados en ambientes naturales. Las tierras a lo largo del eje de la quebrada de Santa Helena o Aná, desde el sector de El Silletero por donde se ingresa a Piedras Blancas por carretera, ladera abajo hasta el cruce del puente sobre la quebrada en la vieja vía Medellín-Rionegro, cuentan con buena dotación de vegetación boscosa nativa y con varias y hermosas cascadas y una aceptable gradación altitudinal. Adicionalmente, en el ingreso por carreteable hacia Piedras blancas, sector de El Silletero, existen varias manchas boscosas de roble y otras nativas de apreciable valor ecológico y paisajístico.

Norberto Vélez Escobar
Rionegro, vereda El Capiro, finca Altamira, enero de 2010
Cel. 310 453 93 08; Tel. 539 04 81