Insiste el gobernador Ramos Botero en romper la montaña para darle paso a su proyecto del túnel de Oriente.
No oye las voces informadas y desprecia la población situada en Santa Elena que con razones poderosas le insisten que pare el desvarío.
Desconcertante su decisión frente a los serios estudios geológicos que resaltan el aniquilamiento del agua, y que con todo este argumento insista en llevarla a cabo.
Poseído de un extraño furor mesiánico, y de un supuesto respaldo del “95 de los antioqueños” que dice apoyan el proyecto, desprecia esas voces.
Asume todos los riesgos y desafía todo lo que se le opone.
Desde la Carta de Río se estableció el Principio de Precaución como un referente necesario para evitar que los demonios desatados por todas nuestras desmesuras nos destruyan.
Y ese principio, está bien claro en la Constitución del 9l, y en nuestras leyes ambientales. La prudencia que hace verdaderos sabios es su telón de fondo.
Contenciones necesarias para no caer en el abismo a la que lleva el poder delirante.
No hemos salido de la crisis y de la emergencia invernal que tan gravemente ha impactado la vía Las Palmas y aún se presentan sus desgarramientos que son signos claros.
Horadar la montaña es su determinación aunque las consecuencias lo eclipsen.
Ya no se busca la gloria como en la Grecia homérica; se busca la plata. Y con la plata se compra agua embotellada.
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